China, una ambición insaciable

Estados Unidos, China, Rusia, la Comunidad Económica Europea, Alemania, Arabia Saudí, Canadá parecen ser a día de hoy las principales potencias económicas mundiales, pero las que van a la cabeza actualmente son Estados Unidos y China, ambas están en constante competencia por ser el número uno y han alcanzado la cima de maneras muy distintas. Comenzaremos haciendo un breve repaso de ambos países en la historia más reciente hasta hoy.

Estados Unidos representa el capitalismo por excelencia, a lo largo de su historia encontramos hechos de una importancia trascendental que no hacen otra cosa sino evidenciar cómo han logrado tal expansión económica y social. Hechos como el nacimiento de la industria petrolera en 1859 en Pensilvania, que supuso el primer paso para la extracción comercial del petróleo a gran escala, resaltar también la repercusión del Plan Marshal en la industria norteamericana tras la Segunda Guerra Mundial, ya que los países que recibieron ayudas económicas de Estados Unidos reinvirtieron gran parte de ese capital en ella. 

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, se instauró un nuevo orden internacional en el que Estados Unidos y la URSS ejercían su influencia; los años de posguerra estuvieron marcados por la Guerra Fría. Prácticamente toda Europa quedó arrasada y destruida por la guerra, sin embargo, en territorio Norteamericano no se disparó ni una sola bala, ni se lanzó un solo proyectil, a excepción del ataque a Pearl Harbor, que supuso la entrada de los Estados Unidos en el conflicto. Mientras toda Europa estaba recuperándose y reconstruyéndose, Estados Unidos comenzó un crecimiento económico que culminó en los 70 y que le hizo ser la primera potencia mundial hasta la rápida irrupción de China en el panorama internacional a finales de los 90 y principios de siglo.

Para llegar al momento en el que China comenzó su crecimiento económico no tenemos que ir muy lejos en el tiempo: a principios de los años ochenta, el modelo comunista tradicional chino fue cambiando mediante la privatización y la creación de zonas especiales orientadas al desarrollo económico. De la mano del político Deng Xiaoping se tomaron medidas de gran importancia, como la apertura del país a la inversión extranjera dando libertad a los empresarios para ejercer la libre empresa, además del fuerte soporte que se le dio a la industria y al desarrollo científico y tecnológico.

En la década siguiente, China se abrió por completo al capital extranjero y logró un crecimiento económico constante gracias, fundamentalmente, a la fabricación y exportación de equipos de bajo coste y de maquinaria, llevando a cabo, a su vez, una gran modernización militar.

A finales de los años 90, China se convirtió, para las empresas extranjeras, en una oportunidad de reducir enormemente sus costes gracias a la barata mano de obra, es más, a principios de siglo, una gran parte de lo que se consumía en Estados Unidos era fabricado en China y a día de hoy sabemos que gran cantidad de los bienes que utilizamos son fabricados allí. En la última década ha sido China la que ha experimentado los cambios más significativos en influencia y expansión económica por factores clave como una alta capacidad productiva (que es posible gracias a la densidad demográfica del país) o a una clara estrategia comercial y competitiva.

China en los datos

Es muy curioso comparar ciertos datos que muestran cómo ha sido el crecimiento que ha experimentado China en los últimos años.

Desde que se tomaron las medidas mencionadas anteriormente hacia finales de los 70, China comenzó un crecimiento económico escalonado al principio, y desde 1995, ha logrado un ascenso ininterrumpido manteniendo el crecimiento del PIB entre el 6% -en el peor de los casos- y el 14% -en el mejor de ellos-, ha pasado de tener un PIB de 736 millones de dólares en 1995, a tener alrededor de 13.000 millones de dólares en 2019. En suma, a pesar de la situación actual en la que nos encontramos debido al Covid-19, se espera que China sea de los únicos países que acabe el año en positivo con un nuevo crecimiento del 2%. No parece que esta recesión vaya a afectar mucho al gigante asiático, ya que se estima que para 2021 se vuelvan a recuperar las tasas de crecimiento del 8% anual, algo que desde luego es de admirar pues no se espera una recuperación tan temprana en prácticamente ningún país occidental, sino todo lo contrario, para estos será un proceso lento y doloroso.

Comparando el PIB trimestral de este 2020, vemos como el primer trimestre ha sido nefasto con una caída del 10%, sin embargo, el segundo arroja esperanza con un crecimiento del 11,5%, 215 puntos más.

Este crecimiento del PIB ha permitido a China competir en sectores claves en los que hace unos años no tenía cabida, como el comercio o el sector tecnológico, y en los que hoy también es líder.

PIB en millones de dólares a precios de 2010 (BBC)

No todo lo que ha traído este crecimiento tan rápido del PIB para China ha sido bueno, también ha provocado en los últimos años que se aumente de manera  considerable la desigualdad social entre clases, dejando zonas donde hay un fuerte contraste de riqueza y poder adquisitivo y una gran segmentación en su población.

El nivel de vida de las zonas urbanas se aleja cada vez más de las zonas rurales, al que pertenece el 40% de la población, que trabaja principalmente en granjas, percibiendo unos ingresos que en cualquier otro país desarrollado estarían  por debajo  del umbral de la pobreza. La mayor parte del 60% restante es mano de obra industrial que no goza de unas condiciones de trabajo deseables para nadie, pero con mejor acceso a las necesidades básicas que las personas que viven en las zonas rurales. 

Este contraste de riqueza se distribuye de manera que la costa sureste está orientada principalmente al turismo, concentrando la mayor parte de la actividad económica y al 94% de la población, mientras que el 6% restante se reparte en una mayor extensión de terreno en el interior del país, donde se encuentra la mayoría de zonas rurales.

Distribución espacial de la población China

Tal y como hemos mencionado antes, China basó su crecimiento económico en la producción y exportación de equipos de bajo coste. Esto requirió una gran inversión en industria, algo que se puede ver reflejado, desafortunadamente, en las emisiones de CO2 del país, ya que han pasado de 1,50 a 7,5 toneladas métricas en los últimos años, representando gran parte de la aportación de gases de efecto invernadero a la atmósfera, lo que sitúa a China entre los 20 países más contaminantes del mundo. En contraposición a lo dicho, China ya es líder en energía renovable. En 2018 fue el país que más invirtió en energía solar y eólica, construyendo tres de las plantas solares flotantes más grandes del mundo, además, se han tomado medidas para cerrar de manera gradual las fábricas más antiguas y que más contaminan.

Emisiones de CO2 China en toneladas métricas per cápita.
Banco Mundial, Laboratorio Nacional Oak Ridge (BBC)

Los 4 gigantes financieros

Hemos hablado del increíble crecimiento económico de China en los últimos años y a pesar de esto, si nos preguntaran sobre los principales bancos del mundo, responderíamos JPMorgan o Deutsche Bank sin pensarlo mucho. Sin embargo, a día de hoy son chinos los cuatro bancos que lideran el sector financiero, los más grandes en cuanto a activos y los que llevan algunos años a la cabeza seguidos en quinto lugar por el mencionado JPMorgan. 

Estos cuatro bancos son: 

  •  Industrial and Commercial Bank of China (ICBC): posee activos por 4.322 billones de dólares, tiene una capitalización de mercado de unos 240 billones de dólares y lleva activo en el sector desde 1984; cabe destacar que el 70% de este banco es propiedad del Estado.
  • China Construction Bank Corporation: fundado en 1954, tiene unos activos por valor de 3.800 billones de dólares y una capitalización de mercado de 208 billones. El objetivo original de esta entidad era la gestión de las transacciones gubernamentales, pero tiempo después de su fundación se transformó en banca comercial.
  • Agricultural Bank of China:  fundado en 1951 y muy cerca del anterior, con unos activos por valor de 3.700 billones de euros, pero algo más lejos en capitalización con unos 150 billones de dólares, .
  • Bank of China Itd: creada en 1912, con unos activos de 3.400 billones y una capitalización de mercado de 113 billones, es líder actual del sector interno y está considerado el banco más fiable y seguro en China.

Para que nos hagamos una idea del peso de China en la economía mundial, de los 36 países que forman la OCDE y los 19 del G20 -entre los que están países como Estados Unidos, Alemania o Japón- China representa aproximadamente el 24% del PIB de estas dos organizaciones juntas, es decir, de los 48 países integrantes de ambas organizaciones, China aporta una cuarta parte del total del PIB; no solo eso, ya que se espera que su aportación siga creciendo progresivamente hasta el año 2060, cuando haya alcanzado el 26%.

No está satisfecha

Como hemos dicho anteriormente, China lleva varios años estando a la cabeza en cuanto a crecimiento económico, pero no se conforma con liderar el sector financiero y económico a nivel mundial, sino que se extiende a muchos otros campos en los que también busca competir y ser el mejor, y efectivamente lo es.

Estos campos donde también destaca son:

  • Inteligencia artificial: China presentó más del 70% de las patentes de inteligencia artificial registradas el año pasado. El gobierno chino lleva unos años invirtiendo miles de millones de dólares en la investigación y desarrollo de inteligencia artificial, dando facilidades e incentivos a las empresas que tratan esta materia. Estas políticas han permitido la innovación, tanto en empresas consolidadas a nivel internacional (Huawei) como en empresas emergentes (Megvii). Con este fin, se ha construido el parque de inteligencia artificial de Beijing, con un coste de 2.000 millones de dólares.
  • Automóviles eléctricos: China se encarga de fabricar más de la mitad de las baterías de los coches eléctricos del mundo. En el año 2018 se vendieron más de un millón de coches eléctricos en China y se prevé que los costes de producción de los coches eléctricos bajen hasta el punto de sustituir a los coches de combustible, al ser los primeros más baratos.  También posee la mayor flota de autobuses eléctricos que ya circulan por las calles de las principales ciudades chinas, sustituyendo a los autobuses de combustible y esperan cambiar también todos los taxis.
  • Energías renovables: ya hemos hablado anteriormente sobre este tema, pero cabe resaltar la inversión que el país asiático lleva haciendo en energías renovables los últimos años y que le han llevado a liderar también este sector. Su principal motor está en la energía hidroeléctrica, aunque de igual modo goza de una gran capacidad en energías eólica y solar con parques flotantes.

Conclusión

Es evidente y notorio que China ha experimentado una transformación económica y social sin precedentes en nuestra historia económica reciente que le permite estar a la cabeza del orden económico mundial compitiendo con los, hasta ahora imbatibles, Estados Unidos, pero, siempre hay algún damnificado cuando otro asciende. ¿Quién es el damnificado aquí?

Hasta dónde están llegando y cómo han conseguido tanto China como los países más importantes del mundo alcanzar la cima económica es un debate abierto que nos puede llevar a un momento de revolución interna a nivel mundial desde la asunción de que, de todas las peores formas y maneras comerciales y humanas que pueden llevarnos a una mayor y mejor convivencia, el capitalismo es la mejor.

¿Será China el espejo – desde su propio seno interno – con la (r)evolución un crisol de las ideas del siglo XX que lleven a la mejor evolución del estatus personal? y ¿puede esa mezcla de capitalismo y comunismo significar el final de la pobreza, primero en su propio país, después en todo el mundo, y conseguir que la aportación individual, la meritocracia, tenga reconocimiento en todos los aspectos de la vida?

Lo intuido, lo percibido por ahora es que este liderazgo mundial de China no se refleja en las condiciones de vida de sus conciudadanos, porque sabemos que la calidad de vida de la población china no es aun comparable a la del resto de países desarrollados. Y a la vista de los datos, ¿está China tomando la iniciativa real de un compromiso medioambiental o únicamente trata de enmendar años y años de contaminación necesaria para el crecimiento económico e industrial que ha tenido? 

¿Será capaz de vencer Occidente, con o sin China, la corrupción subyacente en todos los ámbitos de nuestra sociedad heredada del siglo veinte, de subvertir los valores y hacer un capitalismo más humanitario?

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